29 de marzo de 2017
DISCURSO DE INAUGURACIÓN
Luis Guillermo Solís Rivera
Presidente de Costa Rica
Quiero, en primer lugar, agradecer su presencia en esta décimo sexta cumbre del mecanismo de diálogo y concertación de Tuxtla y dar a todos ustedes una muy cordial bienvenida a Costa Rica. Para el gobierno de la República y para el pueblo costarricense su presencia entre nosotros es un significativo testimonio de amistad. Espero que la estadía de los Excelentísimos Señores Presidentes, sus delegaciones y otros invitados especiales en esta tierra sea grata y les permita confirmar el espíritu de fraternidad y cooperación que inspiró el nacimiento de esta iniciativa conjunta.
Cuando se planteó por primera vez la idea de este mecanismo de concertación, se barajaron diversas posibilidades acerca de dónde debía efectuarse su primer encuentro. Se optó, finalmente, por la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, por cuanto Chiapas representaba, geográfica e históricamente, un punto esencial de encuentro entre México y Centroamérica; una tierra que, en su devenir histórico, había sido testimonio de las impresionantes culturas prehispánicas y posteriormente, más que frontera, se convirtió en el punto de convergencia entre el Virreinato de la Nueva España y el reino de Guatemala.
En febrero de 1996, pocos años después de aquella primera reunión en Tuxtla, tuvo Costa Rica el honor de servir de sede a la segunda cumbre, en la cual se efectuó la creación formal de este mecanismo.
Como funcionario de la Cancillería costarricense, tuve entonces la fortuna de estar presente en esas jornadas de 1996. De modo que esta cumbre tiene para mí un sentido personal. Pero más allá de ese cálido vínculo con Tuxtla, para Costa Rica este encuentro representa una oportunidad especial para renovar su compromiso con el diálogo y la colaboración entre países hermanos como un medio de alcanzar el desarrollo sostenible e inclusivo en nuestra Mesoamérica, ampliada hasta las tierras colombianas.
Nos unen como región la historia, la geografía y una rica tradición cultural y lingüística, así como en el pasado nos congregó, en el fin de una época convulsa e incierta, la meta de paz y estabilidad regional, la promesa de crecimiento e intercambio comercial, el potencial para la promoción y financiamiento del desarrollo. Ese es, en esencia, el espíritu sólido de Tuxtla: la concertación, la cooperación y el fortalecimiento recíproco.
Los pasos que Mesoamérica ha dado desde entonces han permitido establecer consensos en temas de interés común. También hemos desarrollado y reforzado lazos comerciales entre nosotros y con nuevos socios.
De igual forma, en el marco del Proyecto Mesoamérica, institucionalizado en 2009, generamos con el apoyo de organismos cooperantes internacionales importantes iniciativas, para atacar los factores causales de la desigualdad y obstáculos importantes al desarrollo. En ese sentido, es encomiable el trabajo y los avances alcanzados bajo la copresidencia de México y Honduras, durante este semestre.
Por otro lado, como región, celebramos meses atrás los avances del proceso de paz en nuestra hermana República de Colombia, que dio pasos decisivos, tal como lo hizo Centroamérica décadas atrás, cuando la visión de este mecanismo apenas empezaba a gestarse.
Hoy, la realidad que vivimos como región nos presenta nuevos desafíos. La respuesta al fenómeno de la migración desde la corresponsabilidad y el respeto a los derechos humanos; los riesgos compartidos ante el cambio climático; la lucha contra el crimen organizado; el empoderamiento de mujeres y jóvenes; y el avance hacia el cumplimiento de los ODS, requieren respuestas integrales que ningún Estado está en capacidad de proporcionar de forma aislada, en un entorno global cada vez más interconectado.
De cara al futuro, compartimos el potencial de convertir nuestras vulnerabilidades en oportunidades, para lograrlo se hace necesario redoblar nuestros esfuerzos en pos de anhelos comunes de paz, libertad, democracia y desarrollo.
La visión de la Mesoamérica que nos unió hace 26 años cobra hoy vigencia con una revitalizada voluntad política. La coyuntura actual demanda una respuesta desde perspectivas conjuntas, basados en la solidaridad y el compromiso con un futuro sostenible y equitativo.
Señores presidentes y jefes de delegación, señoras y señores, hermanas y hermanos de Mesoamérica:
Tuxtla está innegablemente asociado con Joaquín Miguel Gutiérrez, una figura emblemática de periodismo chiapaneco y un héroe del liberalismo. Uno de sus lemas era “En el silencio no mora la libertad”. Hoy, casi dos siglos después, esta sigue siendo una verdad fundamental.
Si valoramos la libertad, si queremos que las nuevas generaciones crezcan en ella y hereden un entorno de democracia y desarrollo, debemos procurar que nuestra voz se escuche; que nuestras acciones den testimonio del compromiso con esos valores y de nuestra voluntad para trabajar conjuntamente en fortalecerlos y consolidarlos.
Subrayo el conjuntamente, porque la geografía y la historia nos han brindado la oportunidad de labrar en torno al nombre simbólico de Tuxtla Gutiérrez un destino compartido y construir un floreciente porvenir común. Un futuro sustentando en la convicción de que el desarrollo sostenible demanda no solo de relaciones cordiales entre países, sino el reconocimiento de que nuestras sociedades no pueden progresar si nuestros vecinos fracasan.
Al reiterarles, señoras y señores, la cordial bienvenida a Costa Rica y augurar una exitosa jornada, quisiera finalizar mi intervención con un poema del rey filósofo Tecayehuatzin, evocador del sentido mesoamericano de amistad:
“Un dulce sueño de palabras
quiero que conozcan, amigos míos.
El dorado grano de las mazorcas trae la vida en primavera:
los granos rubios de la mazorca tierna nos dan su fuerza.
Un hermoso collar de jade nos pone al cuello la primavera;
pero un tesoro aún más rico nos da la vida,
si la fidelidad anima el corazón de los amigos.”
Muchas gracias.
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