San José, 24 de enero del 2017. Maritza Castillo lleva casi 30 años presa. La semana pasada, se le cumplió un sueño: ser libre de nuevo. Con un permiso del Instituto Nacional de Criminología (INC), esta mujer, de 46 años, salió durante unas horas a recorrer la ciudad de San José con un equipo de 7 Días para grabar un reportaje sobre el valor de la libertad. Cuando se le planteó la propuesta, su respuesta automática fue no. Era un ‘no’ cargado de miedo y ansiedad. En microsegundos, reflexionó y tornó su respuesta a un sí, pero con muchos temores por lo desconocido. Regresar a la calle, no es igual tres décadas después. Según contó, ni siquiera sabe dónde se toma el bus a la salida del CAI El Buen Pastor, ni cuánto cuesta el pasaje, ni cómo se llega a la casa donde vive su hija y sus nietos. Su paso por prisión, ha sido marcado por todos los módulos, incluido Máxima Seguridad, y actualmente el B3. “Yo fui tremenda”, se deja decir, pero desde hace cinco años, decidió cambiar su rumbo, replantearse la vida y comenzar a estudiar. Ahora cursa el segundo grado de la escuela y ya logra leer y escribir apenas unas líneas. No hay quejas de su comportamiento. Desde que tenía cinco años de edad, Maritza se fue de su casa. Dejó atrás a su madre, quien falleció estando Maritza presa. Comenzó desde pequeña a consumir drogas y desenvolverse en la calle, donde cometió una serie de robos y una tentativa de homicidio que la llevaron a ser sentenciada a 48 años de prisión. En la cárcel, nació su hija menor, ahora de 14 años, pero a los tres años tuvo que separarse de ella y hace algún tiempo dejaron de llevársela a la cárcel. Su mayor deseo es poder recuperarla. Su otra hija murió, pero le dejó cinco nietos, a quienes también desea volver a ver. Maritza representa el valor de lo sencillo: pidió que la llevaran a comer pollo, visitar una iglesia, maquillarse, comprar lotería, cambiar su cédula y montarse en el tren. Desde su salida del centro, a las 6 a. m., bajo la custodia de la Policía Penitenciaria, no escondió el asombro, menos cuando se topaba por el bulevar de San José a varias exprivadas de libertad que estuvieron con ella. Todo era nuevo: los carros, el paisaje, las edificaciones. Andaba confundida y algo extraviada, pero con la compañía de la periodista Fabiola Domínguez, exploró los espacios más habituales y comunes de San José. “Ya me estoy acostumbrando a estar libre”, asegura por el parque La Sabana. Poco a poco fue perdiendo el miedo. Conoció los patos del lago, el Estadio Nacional, las instalaciones de Canal 7, la Catedral Metropolitana, el Tribunal Supremo de Elecciones, la estación del tren al Pacífico, un par de restaurantes josefinos y, culminó, con una entrevista frente a los Tribunales de Justicia, el mismo lugar donde recibió su sentencia por allá de los noventas. Son las 4 de la tarde y ya Maritza está entrando al CAI El Buen Pastor, de vuelta al lugar donde asegura seguir sintiéndose libre. ]]>