Entrevista con el poeta costarricense Ronald Bonilla, galardonado con el Premio Nacional de Cultura Magón 2015
San José, 25 de mayo de 2016. Desde la edad de 8 años, expresó a sus padres el deseo de llegar a ser un poeta cuando fuera grande. En aquel entonces ya escribía prosas en cuadernitos elaborados con páginas recortadas, las cuales ilustraba, a manera de portada, las grapaba y atesoraba como sus primeras “publicaciones”.
Desde su niñez, y hasta los 12 años, vivió en Barrio Luján, en una casa ubicada justo al lado de la carretera que lleva la línea del tren hacia Plaza Viquez. Era el entorno del viejo San José, una ciudad hermosa, donde la seguridad reinaba en cada rincón y permitía a sus pobladores vivir tranquilamente, a pesar de que el pito del tren irrumpía aquella paz, varias veces al día; desde la madrugada y hasta el anochecer.
Aquellas calles eran recorridas a diario por el entonces infante poeta, Ronald Bonilla, que en ese entonces cursaba la primaria en la Escuela Buenaventura Corrales.
A la edad de 11 o 12 años, leía prácticamente de todo, especialmente en la biblioteca de su padre, donde descubrió muchos cuentos, difíciles de leer para su edad, y publicaciones tan variadas, entre las que destacaba la biografía de Augusto César Sandino; libros que leía al son de la música clásica y en ocasiones del rock; género que daba sus primeros pasos, allá por los años sesentas.
Su casa siempre fue punto de reunión de reconocidos músicos del país, como Arnoldo Herrera, Guido Sáenz, Benjamín Gutiérrez, entre otros, quienes se apersonaban para compartir con el padre de Bonilla, don Manuel Antonio Bonilla Campos, actualmente de 93 años, quien fuera concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional por años; casi desde inicios de este ensamble. Precisamente, Bonilla aprovechaba aquellos encuentros, para escribirle poemas a los músicos que visitaban su casa; uno de los que más recuerda, es aquel dedicado a las barbas de Benjamín Gutiérrez, donde según Bonilla, hacían nido los pájaros, cuando el músico se quedaba dormido en la hamaca de la casa.
Su adolescencia la vivió en Colonia del Río, en Guadalupe; “un cambio drástico, pero hermoso”, según afirma el poeta que, justo en aquellas épocas, inició sus estudios en el Conservatorio de Castella; fechas en las que ya escribía un poema al día. “En el Castella tenían un gran pizarrón, que simulaba el periódico mural de la institución, donde se empezaron a publicar mis primeros poemas; precisamente el primero fue ‘El tosco viejo’, que ya escribía en verso”, afirmó el poeta.
Cuando Bonilla llegó a los 14 años de edad, y cursaba el octavo año, el periódico La Nación publicó un suplemento literario de cuento y novela, dedicado a los jóvenes escritores del Castella, figuraban obras de estudiantes que se convertirían en escritores destacados; entre ellas había obras de Bonilla. “En aquellos tiempos yo hacía teatro y pintaba. Pero lo que más me gustaba era escribir; siempre dedicaba horas a la creación literaria y a la lectura”, aseguró el poeta.
Cuando salió el suplemento en La Nación, aparecieron en la vida de Bonilla los miembros del Círculo de Poetas: Laureano Albán y Julieta Dobles, junto con Jorge Debravo (1938-1967); este encuentro se dio en noviembre de 1965. Precisamente, Debravo y Albán le ayudaron en la publicación de su primer libro “Las manos de amar”, presentado en 1967 y el cual salió finalmente a la venta en 1971. A partir de ahí, Bonilla siguió su trabajo en la poesía, atravesando luchas sociales y búsquedas, con muestras de poesía intimista y filosófica. A la actualidad, esa trayectoria en la palabra le ha dejado un total de doce libros publicados y cinco más inéditos.
Bonilla expresa que le resulta imposible explicar por qué se dio su inclinación hacia la poesía; lo considera un misterio. “No busqué la poesía; la poesía me buscó a mí. Me encontró. Ella sigue presente todos los días de mi vida, ya que escribo prácticamente un poema por semana, por lo que en un año habrá 52 nuevos poemas, y haciendo una buena selección, podría tener un libro por año”, explicó.
En febrero de 2016, el Ministerio de Cultura y Juventud anunció los Premios Nacionales de Cultura 2015, en los que Bonilla resultó galardonado con el Premio Nacional de Cultura “Magón”. En el fallo correspondiente, el jurado informó que la obra de Bonilla “cumple ampliamente con los siguientes criterios: trascendencia, impacto cultural a escala nacional, trayectoria, calidad y aporte relevante en su campo. Además, su trabajo constante durante muchos años en favor de la creatividad literaria por medio de talleres y diferentes actividades de promoción, ha contribuido con el surgimiento de nuevas generaciones de poetas, lo cual lo convierte en un gestor relevante en el campo de la cultura nacional”.
Este poeta conversó con la Oficina de Prensa del MCJ, en el marco de la entrega de los Premios Nacionales de Cultura 2015, que se realiza el 25 de mayo de 2016. A continuación un extracto:
¿Cuáles son las principales temáticas que Bonilla busca proyectar en sus obras?
Los temas de la poesía son todos los temas del universo y son los mismos de siempre: el amor, el Carpe diem, es decir, la vida en relación con la muerte; el amor universal, el amor de pareja, la naturaleza y el proceso de creación de la palabra, es decir, la metapoesía. Además, poesía que va inclinada más hacia lo ecológico, a lo social, poemas existenciales, algunos que reflejan luchas sociales. En realidad tengo de todo, poesía filosófica, amorosa.
¿Cómo podría describir lo que la poesía significa en su vida?
La poesía, quizás en mi caso, siempre fue un acto hacia los demás; siempre pensé que mi obra no era solamente una catarsis o algo que hago para liberarme, aunque también sirve para eso, por supuesto. Desde siempre tuve la visión de que el poeta es para los demás y la poesía no es de uno, sino de los otros. En la medida en que uno logra comunicarse y expresarse auténticamente, y eso se pueda comunicar, no importa que sea a una sola persona o a millones; lo importante es que ese poema pueda decirles algo, pueda transformar en algo a las demás personas; ayudarles a que se encuentren a sí mismos. La poesía es el arma de las almas despiertas.
La poesía es el encuentro con nosotros mismos, con nuestras raíces, nuestra historia, nuestra cultura e idiosincrasia y también, la ruptura a las cosas malas que tenemos para crear algo nuevo.
¿Cuál considera que es el aporte de su poesía a la sociedad costarricense?
Eso quizás otros lo van a valorar; los críticos y las personas que me lean. Trato de hacer un ejercicio de trabajo, de oficio literario, con belleza. La belleza no es solo la belleza “per se”; también la belleza puede estar en lo feo.
Las vanguardias nos enseñaron por ejemplo que en un tarro de basura abandonado en la calle también hay belleza y esa belleza está ligada a la búsqueda de la verdad; nunca la vamos a encontrar, pero siempre, el poeta, tanto como el filósofo -por diferentes vías-, estamos en búsqueda de verdades y quizás lo que hacemos es plantearnos las grandes preguntas. Pero en ese planteamiento de preguntas y dudas, también ayudamos a que el ser humano se busque a sí mismo por dentro y se encuentre; en esa medida, es más un trabajo de ser a ser, de corazón a corazón, de mente a mente, que un trabajo de grandes masas. Creo que por ahí viene el aporte a una sociedad.
¿Cómo contribuye su obra y su trayectoria en el desarrollo de nuevas generaciones de poetas?
Mi trabajo se ha desarrollado no solamente en mi escritura, sino también durante muchos años, en los talleres literarios, ayudando a formarse a personas mayores que yo, y a jóvenes, desde el Círculo de Poetas. Además, desde hace diez años, por medio del Grupo Literario Poiesis, sigo formando escritores, poetas, prosistas y no basta con los talleres gratuitos que impartimos, también voy a las casas y de forma personalizada les ayudo en la conformación de los primeros libros. Me place haber ayudado a personas de más de ochenta años a publicar sus primeros libros.
En estos diez últimos años de mi vida, he compartido con Lucía Alfaro, que ha sido una gran impulsora de mi trabajo con talleres; ella se inició con los talleres de Laureano, Julieta y su servidor, y ya ha publicado tres poemarios. Realmente ella ha sido un bastión en este trabajo y hemos tenido como perspectiva fundamental, como misión, unificar a los poetas, dar visibilidad a todo lo que se hace en el país. Estimularlo aquí y afuera. Además, crear un público de lectores, por lo que todos los meses hacemos actividades, recitales, lecturas; ha sido un trabajo muy fuerte.
Dentro de la misión también nos proyectamos hacia las comunidades, establecemos contactos y conformamos actividades conjuntas con grupos de otros lugares, como Pérez Zeledón, Turrialba, San Ramón, Guanacaste, Alajuela, Cartago; es decir, unir esfuerzos con talleres, con grupos, con poetas independientes. Esa es la idea, que la poesía se haga con arte. El taller ayuda a que mejoremos la limpidez estilística en las propuestas y que avancemos leyendo y preparándonos como escritores y como poetas.
Sí se ha hecho un aporte por unificar, porque los poetas antes éramos como enemigos, porque unos escribían de una manera, y otros de otra, por cuestiones estéticas o estilísticas y eso no es para pelear. Para todos hay campo y hay gustos para todo tipo de obra literaria. Lo que sí tratamos es que no importa en qué tesitura estética esté el poeta, sino que lo haga bien, que tenga valor literario y esa lucha es importante. Hemos buscado esa unión.
¿Qué necesitamos, como sociedad, para acercar más públicos a la poesía?
Hacia la poesía y hacia el arte en general, porque lo que va a quedar de toda esta ciudad, de todo este país, es lo que los artistas han hecho, propuesto y dicho. Si algo va a quedar de la humanidad son sus testimonios de arte, porque el arte es transformador del ser y es también la revelación y la trascendencia; el ser humano tiene una gran necesidad de trascenderse a sí mismo y el poema es el mejor camino para ello.
Como dice la gente “no se sabe para qué existe la poesía, pero sí sabemos que sin ella no podemos vivir”; ese es el sentido, porque si no podemos vivir sin ella es porque tiene una gran utilidad, para identificarnos, para decirnos, comunicarnos, para concientizar, para que empecemos también a luchar por el planeta, para que siga vivo, porque si no ¿cuál es el destino de la humanidad?, si no tenemos dónde vivir; si todo lo destruimos.
Como lo dijo Gabriel Celaya, y lo reiteró Jorge Debravo, la poesía es un arma de paz, para que en vez de soldados, tengamos la palabra para comunicarnos y aprendamos no solo la tolerancia y la solidaridad, sino también la unión y la hermandad entre los pueblos.
¿Considera usted que la tecnología es un aliado en el fomento a la lectura, especialmente entre los jóvenes, o será más bien un enemigo?
Las dos cosas a la vez. Para muchos podrá ser un aliado, y creo que los artistas y los poetas tienen que usar esos medios que están ahí, y que han revolucionado el mundo de las comunicaciones, las noticias, que permiten que nos enteremos de lo que está pasando al otro lado del mundo en tiempo real.
El libro no va a morir, el libro como objeto de papel seguirá siendo vigente, pero será posiblemente de minorías, como lo ha sido siempre. En todo caso, la poesía no es masiva, sino que es para la gente que pueda tener la capacidad de captar un lenguaje simbólico, que es una segunda o tercera acepción de las palabras, es decir, es la parte en que las palabras se convierten en símbolos, y se metaforiza el mundo en que vivimos. Eso no lo captan todas las personas, aunque sepan leer; pero quienes lo captan, son las personas capaces de cambiar el mundo.
¿Qué significa para Ronald Bonilla obtener el Premio Magón, después de cincuenta años de trabajo literario?
Es un impulso, es un reconocimiento por parte del país, del Estado, que yo valoro. Sigo siendo el mismo. El premio llega en un momento que no me esperaba. Es un impulso porque hemos estado trabajando sin ningún apoyo estatal, en el Grupo Literario Poiesis; en algunas ocasiones nos han brindado un espacio dónde reunirnos, en el Ministerio de Cultura y Juventud o en la Universidad de Costa Rica. Entonces, aún sin apoyo estatal estamos haciendo recitales.
¿Qué le diría a las nuevas generaciones de poetas? ¿Cómo los instaría a seguir escribiendo?
Los jóvenes poetas están muy bien encaminados en Costa Rica; sin embargo, vienen poetas nuevos a los que hay que enseñarles el ABC. Primero, hay que leer mucho, estudiar, que no se trata de escribir lo que se nos ocurra, sino que hay que trabajar la palabra, depurar y saber si un poema tiene importancia o no; porque hay algunas cosas que escribimos que es mejor dejarlas guardadas en las gavetas. Lo que puedo decirles es que se trata de un camino duro.
El pasado 19 de mayo, Bonilla presentó su más reciente libro “Hoja de afiliación y otros clichés”, un poemario más cotidiano, coloquial, más aprosado incluso, que según el autor, viene más lleno de paradojas, de parodia y de ironías, y plantea la fundación de una ciudad de los poetas, “donde los poetas y los artistas vamos a tomar la ciudad; los espacios que necesitamos para decir nuestra obras, para darlas y para comunicarnos con el público”.
El Premio Nacional de Cultura Magón 2015 será entregado en las manos de este poeta costarricense, este miércoles 25 de mayo, en el Teatro Nacional de Costa Rica.
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