67º Aniversario Abolición del Ejército

Un día como hoy, hace 67 años, el entonces presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República, don José Figueres Ferrer, dio por abolido el Ejército Nacional en nuestro país. Este acto fue elevado a rango constitucional en 1949, quedando así sellada la voluntad civilista de un pueblo amante de la paz.

Desde 1986 se declara este día como el “Día de la Abolición del Ejército” para que el eco de tal hecho histórico llegue a las nuevas generaciones, y nunca olvidemos este hito que cambió para siempre el rumbo de nuestra nación.

A partir de este acontecimiento inédito que cambió el rostro de la Patria, Costa Rica decidió que, para su vigilancia y la conservación del orden público, solo contaría con las fuerzas de policía necesarias, que estarán siempre sujetas al poder civil. Esta decisión singular expresa la visión de todo un pueblo. El destacado educador costarricense Roberto Brenes Mesén denunciaba en su día que el ejército había pasado a ser “Un cuerpo destinado a salvaguardar, no los derechos del individuo, no los intereses colectivos de la sociedad, sino más bien las arbitrariedades de quienes ocupan el poder”.

Brenes Mesén era un educador, y ser educador es sinónimo de un ser civilista y pacifista, de palabra firme y valiente. Él, como muchos, rechazaba la existencia de estas fuerzas que consideraba despóticas y arbitrarias. Escribía el ilustre periodista y educador: “Si ya es odiosa a la libertad, lo es más cuando olvidando que fue instruida para el servicio de la comunidad, y aconsejada por un falso concepto de sus atribuciones, se presta inflexible a cuánto hay de tiránico en los gobiernos malos. Y prosigue don Roberto: Las raíces que sustentan el árbol de la tiranía están en las fuerzas armadas, mientras ellas existan saborearemos sus amargos frutos”.

Esta convicción y acción de nuestras educadoras y educadores los constituye, no en el ejército nacional, como suele decirse, sino en la fuerza que contribuye a liberar el espíritu de nuestros estudiantes. Nuestras maestras y maestros, convencidos amantes de la paz, reafirman el valor de las ideas como el único método válido para dirimir las diferencias. Nos atrevemos a pensar que educadores como de la talla de García Monge, Emma Gamboa, Carmen Lyra u Omar Dengo rechazarían este calificativo, de la misma manera que, con el ejemplo de su acción humanizadora, lo rechaza la mayoría de sus herederos en la pedagogía; esas y esos que hoy encabezan nuestras aulas formando a las nuevas ciudadanas, y a los nuevos ciudadanos.

Ellas y ellos no están formando milicias, sino seres humanos integrales, amantes de la paz, respetuosos de las diferencias, seres humanos creyentes en el diálogo y la conciliación. Están formando personas para ser felices, para mantener a nuestro país próspero y en crecimiento, y lo más lejano posible del estruendo de las balas y el fluir de la sangre. Maestras y maestros que no dudarían en hacer suyos los versos del poeta nacional: “Cogería las guerras de la punta / y no dejaría una en el paisaje”.

Costa Rica es un pueblo valiente que demostró, cuando fue inevitable, que con las armas es capaz de defender su soberanía y su democracia. Nuestro respeto para quienes con su sacrificio y su valor, e incluso con su vida, defendieron a la Patria. Pero ha demostrado Costa Rica, con mucha más frecuencia, que puede defenderse el país con sus ideas, su trabajo y su ejemplo de solidaridad.

Ya a inicios del siglo anterior lamentaba Omar Dengo la suerte de aquellos humildes campesinos que se veían forzados a dejar sus tierras para vivir en los cuarteles sin alma: “Pobres vosotros, campesinos humildes, a quienes se pone un arma en las manos y se incuba la artera noción del exterminio del alma”. Le dolía mucho verlos marchar con las notas del clarín, que desplazó al canto del gallo para anunciar el inicio de su jornada: “El clarín no es amigo vuestro, no es vuestro hermano; su voz ha perdido encanto y dulzura en la fatídica hermandad del rifle, de la deslumbrante bayoneta, de la filosa espada, de la vara traidora del cabo, del rugidor cañón. Él no sabe las del inquieto gallo; canciones de paz, salmos de salud y alegría. Sus endurecidos labios solo pronuncian malditas voces de guerra, de sangre, de muerte, de horror…y de irremediable obediencia”. ¡Esa es la voz civilista de nuestros maestros y maestras!

En Costa Rica no hay ejércitos, nuestros niños y niñas no son legiones. Hace 67 años cerramos los cuarteles para poder abrir escuelas; nuestros jóvenes trocaron sus armas por cuadernos y lápices –y hoy por más sofisticados artefactos-. Sus uniformes pasaron a ser escolares… La historia terminó por darle la razón a estos visionarios y visionarias voces.

Hoy Costa Rica agradece a Don Pepe Figueres, a la Junta Fundadora de la Segunda República, y a todos aquellos ilustres ciudadanos que trabajaron para concretar la proscripción del Ejército como institución permanente. También agradece Costa Rica a nuestros intelectuales, artistas y maestros que siempre mantuvieron una actitud crítica en relación con las fuerzas armadas. Les agradecemos por sembrar en el corazón costarricense ese espíritu antimilitarista que nace con la Patria y orgullosamente corre por nuestras venas. ¡Una extraordinaria señal identitaria!

La abolición del ejército es el acto admirable de un caudillo triunfante y visionario. y es también la expresión de una vigorosa fuerza que marca nuestra alma y nuestra historia.

“Las victorias militares por sí solas valen poco, Lo que sobre ellas se construye es lo que importa”, decía Don Pepe. Y Costa Rica ha hecho un excelente trabajo construyendo a partir de esa victoria militar.

Hemos construido un país educado, responsable socialmente, defensor de los derechos humanos y con altas aspiraciones de bienestar y desarrollo. Persisten grandes retos que atender, no podemos negarlo. Cada día trabajamos por cerrar esas odiosas brechas que se han ido ensanchando, por brindar oportunidades a quienes buscan surgir y tener una vida digna para ellos y sus familias. Luchamos por que cada niña, niño y joven pueda tener una educación de calidad, que responda a las complejas demandas de los nuevos tiempos.

Hoy son pocos los compatriotas que conocieron y recuerdan los horrores de una guerra en nuestro propio territorio. Por eso debemos volver a los documentos históricos, a los testimonios, a la dolorosa situación de las naciones que sufren este flagelo. Debemos despertar cada mañana haciendo un esfuerzo activo por nunca tener que vivir un conflicto militar, nunca tener que apuntar un arma contra otro ser humano, nunca dividirnos en bandos y llamarnos enemigos.

Señor Presidente: atentos a su llamado de un país fortalecido, de una Patria más próspera y justa para todos y todas, en el Ministerio de Educación Pública trabajamos para hacer realidad la educación para “una nueva ciudadanía”. Y esto implica una ciudadanía planetaria, intercultural, responsable pero sobre todo, señor Presidente, una ciudadanía amante de la paz: que distiene la violencia contra las mujeres, la discriminación por razones de etnia, credo religioso, género o preferencia sexual; respetuosa de la naturaleza, de los derechos humanos.

No tengamos miedo a hacer realidad hoy y en la clave del presente, el compromiso de un pueblo EN PAZ. A esa valiente tarea nos convoca hay la patria.

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