Elecciones 2016: Democracia, paridad y sexismo

Esta semana, con ocasión del Acto de Convocatoria a Elecciones Municipales que efectuará el Tribunal Supremo de Elecciones para febrero del 2016, resulta un momento propicio para llamar la atención por parte del Instituto Nacional de las Mujeres sobre el significado de la paridad y la democracia en nuestro país.

La paridad –que es un principio de igualdad- constituye la fórmula que refleja una adecuada participación y representación de las mujeres, en tanto constituimos la mitad de la población, pero que por la existencia de factores de género, sociales, económicos y culturales, se propician las condiciones de desigualdad y exclusión de las mujeres en el acceso a los espacios de representación. El reto para las sociedades ya no es que las mujeres votemos por lo hombres -como hemos estado haciendo durante años-, sino que estemos en los espacios de representación, dándole un rostro diferente e inclusivo a la democracia.

Para tal efecto los procesos electorales deben asumir una combinación de acciones específicas que materialicen esta aspiración democrática, siendo que las listas trenzadastomadas de forma aislada, constituyen una interpretación restrictiva, por cuanto mientras no se asegure el encabezamiento de esas nóminas, solo quedarán electos los hombres que usualmente son los que encabezan.

Esta situación se evidenció durante las elecciones municipales del año 2010, particularmente los resultados finales de las alcaldías, donde solo un 12,3% fueron ocupadas por mujeres contra un 87,7% de puestos liderados por hombres. Lamentablemente, y según los registros actuales de los partidos políticos, para las próximas elecciones municipales, menos mujeres tendrán las posibilidades de alcanzar un puesto de Alcaldesa, se prevé una baja de entre 2 y 3 puntos, lo que constituirá un fracaso a la paridad y una bofetada a la democracia inclusiva.

En adición, la persistencia de condiciones estructurales profundizan estas desigualdades, como los estereotipos, reforzados por medios de comunicación que juegan un papel determinante que a menudo no reconoce lo positivo de las mujeres como actoras protagónicas en la vida política, y que coloquen el valor de lo femenino en las ideas y propuestas, y no en la apariencia física, o las desigualdades en la distribución del tiempo, que impone a las mujeres, según la encuesta del uso del tiempo, una inversión de 37 horas para el cuido y atención de lo doméstico, lo que corresponde casi a una jornada laboral denominada segunda jornada, frente a la inversión de 15 horas por parte de los hombres. Esta división sexual del trabajo del cuido sin duda alguna, limita la inserción de las mujeres en la política, porque constituye una tercera jornada laboral que le impide asistir a las múltiples actividades y reuniones que se realizan en horarios extraordinarios, en las cuales, valga decir, se toman las decisiones.

Es evidente que para el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres hay mucho camino que recorrer, para reconocer el conocimiento y talento de las mujeres.

Preocupémonos por apropiarnos de mejor manera de la paridad, de la eliminación de estereotipos, de la corresponsabilidad social del cuido y del poder del voto para las próximas elecciones del 2016 con el objetivo de universalizar el poder.

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